Hayao Miyazaki había jurado retirarse del cine. El director japonés de 82 años, dijo hace un tiempo, se iba a refugiar en sus cuarteles de invierno para contemplar el mundanal ruido desde la jubilación. Pero felizmente para los espectadores que pudimos apreciar en la inauguración del Festival de Toronto su última obra maestra, “The Boy and The Heron”, Hayao Miyazaki cambió de opinión.
82 años. Recalco eso. Un director de 82 años que filma como su tuviera la energía de un veinteañero. Eso transmite sobre la pantalla de cine con “The Boy and The Heron” (El Niño y la Garza): una película completamente desatada, arriesgada, llena de recursos surrealistas y del género de la fantasía sobre un niño que debe conquistar sus temores.
Y qué mejor manera de lograrlo que usar todo el repertorio al que nos tiene acostumbrados este maestro del cine, un talento que ha construyó Ghibli, su estudio fílmico, gracias al formidable catálogo salido de su autoría ¿Acaso no son clásicos títulos como “La princesa Mononoke”, “Spirited Away”, “Mi vecino Totoro”, “El castillo andante”, “Ponyo”, “Nausicaä” y muchos más?
“The Boy and The Heron” es un clásico instantáneo. Una perfecta muestra de cómo la maestría de Miyazaki se puede macerar y perfeccionar incluso aún más de lo que le habíamos visto. El protagonista es Mahito Maki (con la voz de Soma Santoki), un niño que durante la Segunda Guerra Mundial sufre una desgarradora tragedia familiar y debe trasladarse inmediatamente al campo, donde su padre (Takuya Kimura) trabaja para una familia que fabrica aviones para el ejército japonés, como hizo el propio padre de Miyazaki.
De niño, Miyazaki leyó la novela “¿Cómo vives?” de Genzaburo Yoshino y la adoptó como su favorita. Esta película se anunció inicialmente como una adaptación de ese libro, pero Miyazaki lo utiliza en su lugar como una de las muchas capas de un deslumbrante tapiz que se inspira aún más en su propia juventud.
“The Boy and The Heron” aún no tiene fecha de estreno en Chile pero acá, en Toronto y el mercado norteamericano, ya es un éxito.
Como pasa en la mayoría de las películas de Miyazaki, el protagonista de “The Boy and The Heron” descubre literalmente un mundo habitando dentro de otro cuando comienza a explorar los misteriosos paisajes y, en este caso particular, se topa con una garza gris, persistente en su presencia. El chico se topa también con una torre abandonada. Curioso, entra en ella. A partir de ahí, “El niño y la garza se convierte” en una fantasmagoría maravillosa y a menudo asombrosa.