“5 minutos: La vida eterna de Víctor Jara”, el nuevo libro del periodista y comunicador Freddy Stock publicado por Vía X Ediciones, es una biografía que avanza con la emoción a flor de piel. Acuciosa investigación que le tomó al autor de “Corazones rojos: biografìa no autorizada de Los Prisioneros” y “La vida mágica de Los Jaivas: Los caminos que se abren” cerca de cinco años, esta nueva biografìa de Stock nos muestra a un Víctor Jara en facetas pocos conocidas y, sin duda, en la orilla humana del mito en que se ha convertido su figura.
Acribillado con 44 balazos días después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, golpeado, martirizado y torturado sádicamente, Víctor Jara se ha convertido con los años en una imagen viva de talento, coherencia y de lucha por ideales sociales.
-Tu libro tiene una faceta emocional muy grande. ¿Qué fue lo más difícil… perfilar el lado humano y artístico o el lado mítico De Víctor Jara?
-Un par de entrevistados me dijeron eso, de hablar sobre un mito. La responsabilidad que ellos tenían de hablar desde lo humano sobre una leyenda. La grandeza de la obra nos hace olvidar que las personas que construyeron esas obras eran humanos. Y cuando uno dice humanos significa personas que tienen nuestros mismos grados de defectos-virtudes, luces-sombras, como todos, no existen los seres perfectos. Y que bueno que así sea. Cuando quieres construir la semblanza de una leyenda uno se topa con esos juicios y prejuicios, y como periodistas tenemos que alejarnos de todo aquello para desde afuera tratar de construir algo lo más objetivo posible para que cada lector y lectora se forme su propia idea con los elementos que uno entrega después de una investigación.

Eso por un lado. Ahora, la figura de Víctor sin duda que genera una pasión sobre su obra. Me imagino también el caso nuestro, que siendo niños o adolescentes escuchábamos su música como un acto de rebeldía frente a la dictadura. Escuchar o conseguirse un casete pirateado de Víctor Jara en esa época era un acto incluso contra la dictadura desde la cultura y desde la juventud, entonces se hacía mucho más potente.
-Perfilas en el libro un Víctor Jara muy humano, por ejemplo cuando estaba pololeando con la futura actriz Gabriela Medina y sorprensivamente anuncia su partida al seminario por su vocación religiosa.
-Hay dos cosas en la juventud de Víctor Jara que parecen contradictorias, pero yo creo que no lo son. Al revés, lo llenan y lo matizan para ser un artista completamente integral. Primero, el seminario le deja a él un apego hacia la espiritualidad desde un punto de vista laico. Esto porque a Víctor, al igual que Atahualpa -que era su gran maestro al igual como consideraba a Violeta Parra-, hace canciones en contra de este dios que siempre trabajaba para los ricos. Hace canciones al respecto y era una mirada bien distante de dios, bien agnóstica si tú quieres. Pero le queda desde su época del seminario ese apego por la espiritualidad, por lo inmaterial, que es lo que lo hace entrar al Partido Comunista, por la lucha por los pobres, el desapego al dinero, el desapego al éxito que se mide o se pone en una balanza de contabilidad.
La segunda cosa es el servicio militar. Víctor hace el servicio militar en San Bernardo, y el servicio le deja la disciplina, la metodología, de levantarse a una hora, del trabajo, del rigor. Todo eso lo utiliza después en su vida y lo marcan ya como un profesional distinto, aunque Víctor Jara era un artista en todo sentido, pero era un artista con la disciplina universitaria primero, y después con la disciplina de su formación, de que las cosas tenían que hacerse bien y tenía que cumplir con un ideal de rectitud.

-El libro tiene una mezcla de crónica periodística, también periodismo meramente musical y además cuentas de manera novelada muchos segmentos de la vida de víctor ¿Cómo fue esa búsqueda de estilo y escritura?.
-Escribir es algo tan íntimo, significa estar uno mismo con su mente y con su computador. Soy de los periodistas que alcanzamos a usar la máquina de escribir y vengo de la Universidad de Chile donde escribir era -como que nos decían los viejos periodistas- el periodismo verdadero. Y hay lenguajes que a uno lo van marcando, a mí me marcó mucho Norman Mailer, también lo que era considerado el Nuevo Periodismo en esa época, me marcó mucho William Faulkner con Mientras agonizo y el uso de la primera persona. También me marcó mucho el periodismo de investigación de Mónica González, de esos grandes próceres del periodismo antidictadura.
Y de esta manera uno va metiendo todo eso “dentro de”. Y aquí me solté nomás, como que de repente amanecía con ganas de hacer entrevistas, de repente de novelar porque había cosas que creía que había que novelarlas sobre la base del dato. Para mí Juan Rulfo que es el padre finalmente de García Márquez, el padre de lo que se conoció después como el neorrealismo al escribir o el realismo mágico, que es básicamente Pedro Páramo y eso me marcó mucho la manera cómo escribía usando prosa y metáfora a la vez. Son muchas cosas las que a uno lo marcan como un escritor incipiente o de ripio, porque no es nuestro oficio, no nos dedicamos a eso. Pero fue una bonita experiencia y tenía todo para hacerlo además porque tenía un tremendo personaje y una tremenda época en la que vivió… un personaje trágico de una época trágica y de algo que terminó mal, más allá de lo que sembraron y que son los ideales por los que se sigue luchando.
-Y vas mostrándonos a medida que avanza la biografía a un Víctor Jara que se salía de la caja a cada momento: admiraba la música pop anglo o la guitarra eléctrica cuando en su orilla política y musical eran manifestaciones mal vistas.
-Me gusta ese concepto de salirse de la caja. Porque yo creo que eso es lo que hacen los genios finalmente. Decía Schopenhauer que el talento era poder pegarle a un objetivo como nadie más podía pegarle y la genialidad era pegarle a un objetivo que nadie más podía ver. Y Víctor Jara era un genio, veía cosas que otros no veían más allá del talento. Sin dejar de ser comunista, por supuesto, él era un leal miembro, dio su vida por eso y por el ideario de la Unidad Popular.
Pero él como artista sentía que había que ir más allá, que no había que conformarse con lo evidente. Su época es la de la Guerra Fría en Occidente, eran buenos o malos, no había medianías, no había un color pardo o un color plomo, eras de aquí o de allá. Y él también se negó a eso, que no solamente era su sector sino que también toda una generación anterior que se manifestaba así. Por eso que la DC saca la Patria Joven y Allende dice que no hay revolución sin canciones porque entendía que la juventud era el nuevo vehículo y la nueva bandera. Y en ese sentido creo que Víctor entendió más que nadie o uno de los primeros que entendió que el progresismo o las ideas de cambio había que buscarlas afuera de la caja. Y ahí él se maravilló con el hipismo, se maravilló con Estados Unidos y la lucha de los jóvenes contra Vietnam, luego con el fenómeno social generado por Los Beatles o se maravilló con los Blops y toda la energía que acá podía tener una guitarra eléctrica más allá de una acústica. Por eso invita a grabar a los Blops El derecho a vivir en paz. Y luego se convierte en su padrino para que graben en la Dicap, y en ese momento la gente que estaba a cargo de la Dicap no entendía por qué los Blops que hablaban de metáforas podían grabar un disco en el sello de las Juventudes Comunistas.
Y Víctor defendió eso con vehemencia. Y luego, según me cuenta gente que trabajó en la Dicap con él, Víctor estaba muy interesado en el fenómeno popular del José Alfredo “Pollo” Fuentes. Y el Pollo me cuenta una vez que se encontró con él en la calle y Víctor le preguntó cómo se vivía con eso. Entonces él siempre estaba pensando en su ideario de cambio social, cómo poder seguir usando estos vehículos en beneficio de un Chile mejor, era un político ciento por ciento, era un gran estratega en ese sentido y finalmente lo logra. Recuérdate que Víctor deja el teatro muy a contramano y con mucho dolor porque entiende que se llega mejor al pueblo en general haciendo canciones arriba de un escenario que haciendo una obra de teatro.
-Sí. Víctor Jara sacrifica su vocación teatral porque él era un excelente director teatral.
-El mejor director teatral que ha tenido Chile, para muchos.
-Hay una escena maravillosa en el libro cuando Víctor Jara hace su primera actuación como músico en Moscú, es una forma increíble de sacar la voz.
-Eso lo cuenta una de las integrantes de Cuncumén (agrupación folclórica). Sucedió en una gira encabezada por Margot Loyola por toda la Europa del Este, principalmente Unión Soviética. Dentro del programa había alguien que tenía que interpretar una canción típica campesina chilena y no pudo hacerlo. Víctor siempre cantaba, pero de manera íntima, porque no se consideraba un cantante, se consideraba un director de teatro, ni siquiera un actor. Y en esa gira de Cuncumén, él estaba como bailarín, no estaba como cantante. Y se enferma esta persona y en la urgencia las mismas chicas del grupo le dicen que oye, “tú cantai super bien, canta tú”.
“Pero cómo voy a cantar yo?”, respondía Víctor. “No, pero cántala”, le insistían. Y agarra la guitarra y canta, obviamente en un idioma que no entendía nadie ahí en ese teatro en Moscú. Termina de cantar y se produce un silencio. Víctor piensa “chuta, o no empaticé con ellos o no entendieron nada o se aburrieron”. Y luego de ese silencio comienza una ovación y le empiezan a lanzar flores, que era una manera muy soviética o muy rusa de entregar agradecimiento por algo que los emocionó. Y le llenan el escenario de flores. Y ahí comienza la carrera artística de Víctor como cantante, se da cuenta él mismo del poder que transmitía. Fue una casualidad, como se han inventado las grandes cosas casi por casualidad. Fue un momento bien mágico. Es una de las escenas, porque el libro está pensado en escenas, bien audiovisual en su escritura, creo que una de las escenas claves en la vida de Víctor Jara.
-A pesar de que la trágica muerte de Víctor es un tema muy presente en el libro, lo muestras siempre una manera muy vívida, de una forma viva…
-Sí, porque sabemos como chilenos y como chilenas que Víctor está presente. Imagínate que en la protesta del estallido social su canción era la canción emblema de todo ese movimiento social. Cuando se dice que un artista no muere sino que es eterno, esto es la verdad… por eso es que la vida es eterna en 5 minutos. A mí cuando chico me llamó la atención esa frase, cuando Víctor decía que la vida era eterna en 5 minutos. La debo haber escuchado muy niño la primera vez, quizás en la casa en un casete de mi papá, y siempre me quedó esa pregunta, ¿cómo la vida es eterna en 5 minutos…? Y, claro, porque hay cosas que te marcan, hay cosas que duran menos de 5 minutos y se te hacen eternas. En la fugacidad también hay eternidad y la vida de Víctor pareciera ser muy fugaz, porque lo asesinaron cuando tenía recién 41 años, imagínate todo lo que le quedaba por hacer, como a Lennon que lo matan a los 40 años y mira todo lo que sigue estando presente y todo lo que hubiese podido hacer en adelante. Hay personas que pasan por una aparente fugacidad que duran 5 minutos, pero que se hacen eternos y eso es Víctor Jara.
¿Por qué crees que sigue siendo tan necesaria esta historia de Víctor Jara?
-Es una gran pregunta, porque me hacen también pensar en qué es lo uno espera de algo que uno hace. Y yo espero no solamente el reconocimiento a un artista como Víctor Jara sino también a toda una generación, sobre todo jóvenes. Este libro está dedicado a Héctor Herrera, quien arriesgó su vida para que Víctor no fuera un detenido desaparecido y ahí está explicado por qué.
Pero también a todos esos jóvenes que entregaron su vida, mujeres y hombres, algunas incluso embarazadas, que fueron asesinadas por la defensa de un Chile más justo. La mayoría de los asesinados por la dictadura fueron jóvenes, menores de 35 años. Eso por un lado, ese reconocimiento importante de que hay algo ahí presente. Lo segundo es la necesidad de revitalizar la cultura, nuestra cultura, el significado de pertenecer a este país y a esta cultura que se llama identidad. Y por eso es importante la cultura y la identidad: nacen básicamente de que conozcamos a nuestros héroes, y nuestros héroes no necesariamente murieron en batallas arriba de un caballo. Nuestros héroes también murieron tratando de que nos sintiéramos parte de algo. La cultura es importante porque crea identidad y la identidad crea institucionalidad, crea un sentimiento de pertenencia a algo y a un devenir más allá de nuestras diferencias. Y Víctor, luchando por ese ideal desde su punto de vista, fue asesinado, fue masacrado por estos sujetos en esta barbarie.
-A 50 años de su asesinato recién parece que la justicia está moviendo sus engranajes, vemos que Estados Unidos le quitó la ciudadanía norteamericana a uno de los involucrados en su muerte.
-La verdad siempre termina asomándose, no sé si la justicia, porque varios pese a la verdad no tuvieron justicia… Pinochet sin ir más lejos. En el caso del asesino de Víctor… bueno, tuvo muchos asesinos, pero el primero que disparó, el primero que le quitó la vida, según la justicia estadounidense, Pedro Barrientos, está allá, salió arrancando en el año 90, era un teniente en esa época. Horas antes de que el libro entrara en imprenta se supo que le habían quitado la nacionalidad en Estados Unidos, así que tuvimos que parar la imprenta y alcancé a agregar información al respecto. Barrientos no ha sido extraditado y me decía Nelson Caucoto, el abogado de la familia al cual alcancé a entrevistar antes de cerrar el libro, que es clave que el gobierno a través de Cancillería presione para que Barrientos -que ahora es persona non grata porque le mintió al Estado en Estados Unidos para tener su nacionalidad – sea puesto en la frontera o sea devuelto a Chile y aquí sea juzgado como corresponde y que la justicia chilena sea la que ahora determine si fue el que le disparó a Víctor el tiro que le dio la muerte.
-Se que ahora mismo estás viendo los frutos de “5 minutos: La vida eterna de Víctor Jara”, pero ¿tienes planes de escribir un nuevo libro?
-Nada todavía, porque todos han representado algo. El libro sobre Los Prisioneros fueron una cosa generacional, el primer libro biográfico de rock que se hizo en Chile y que fue una novedad porque no había habido antes una y menos una no autorizada. Luego Los Jaivas que son parte de nuestro paisaje natural, que fue muy lindo que me hayan metido en su grupo y entenderlos desde adentro… maravilloso, una experiencia de vida. Y ahora esto, que es una generación que no conocí, la conocí indirectamente a través de nuestros padres, pero cuya lucha y cuyo legado y el sueño sigue aún intacto. Y ahora nada, saborear esto y que se entienda bien y que esté a la altura de la leyenda y del gran legado de Víctor Jara que sigue palpitando.