En noviembre de 2019, Evo Morales, quien había sido presidente de Bolivia desde 2006, renunció al poder en medio de un complejo y controvertido escenario, luego de que a este se le acusara de fraude electoral en las elecciones de octubre ese mismo año.
Tras su salida, la senadora opositora Jeanine Áñez asumió la presidencia interina del país altiplánico durante algunos meses, hasta octubre de 2020 cuando el partido liderado por Morales, Movimiento al Socialismo (MAS) regresó a La Casa Grande del Pueblo, esta vez con Luis Arce como jefe de Estado.
Sin embargo, la relación entre Arce y Morales se ha deteriorado en los últimos meses. A tal punto que el exmandatario ha dicho estar dispuesto a volver a la presidencia. De hecho, retó a su sucesor a unas elecciones primarias para que los ciudadanos decidan quién debe terminar el actual período de gobierno.
“Reto a Lucho a que vayamos a primarias; no tengo miedo a nadie”, mencionó el expresidente en conversaciones con el medio El Deber, según consigna Infobae.
En este sentido, afirmó que tomó la decisión de postularse a un nuevo mandato, impulsado pro sus adeptos, quienes según sostuvo le pidieron salvar el país.
“Pregunté por qué querían que sea candidato y me respondieron para recuperar la economía, porque tengo que salvar a Bolivia”, enfatizó.
Es importante destacar que en sus 13 años de Gobierno, Morales ha apalancado su discurso en sus logros en esta materia, enfocándose principalmente en la nacionalización de los recursos naturales, la política fiscal y su programa de industrialización y diversificación económica, entre otros.
De hecho, la nacionalización de recursos naturales fue uno de los pilares de la política económica de Morales, especialmente en la industria del gas y el petróleo. Esto implicó la toma de control estatal de compañías extranjeras en el sector, con el objetivo de aumentar los ingresos del Estado y financiar programas sociales.
Por otra parte, durante gran parte de su mandato, Bolivia experimentó un crecimiento económico constante. Las políticas implementadas incluyeron la inversión en infraestructura y la promoción de sectores estratégicos.
También se pusieron en marcha programas sociales dirigidos a reducir la pobreza y la desigualdad. Asimismo, el exmandatario se enfocó reducir la dependencia de Bolivia de las exportaciones de materias primas, promoviendo la industrialización y la diversificación de la economía. Esto incluyó la construcción de plantas de procesamiento de gas y petroquímica, así como el impulso de la agricultura y la manufactura.
En cuanto a su política fiscal, su administración mantuvo una política fiscal y financiera relativamente conservadora, acumulando reservas internacionales y manteniendo la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, también enfrentó desafíos, como la caída de los precios de los commodities a nivel mundial.