El columnista de “Stock Disponible” y autor de “Historia Nacional de la Infamia” analiza el actual ethos chilensis en un 2023 cruzado por los 50 años del golpe militar y confiesa qué hecho alteraría de nuestra historia para que estemos mejor. Además, da pistas sobre nuestra identidad-país desde el conocimiento del pasado para entender nuestro presente.
-¿Los chilenos somos buenos o malos para la historia? ¿Qué nota nos pone?
-Jaja, la pregunta maldita. Yo diría que somos super buenos para olvidar la historia. La historia y la memoria es una forma de administrar el olvido. Y en este caso yo creo que a veces el olvido supera a la memoria. Tenemos una historia de olvidos.
-¿Y cuál es el antídoto para no olvidar?
-Vincular la historia con el presente para que tenga sentido y que no sea solo un dato o una especie de ejercicio vanidoso. Cuando yo era chico me fasciné con la historia porque me contaban cuentos, yo me fasciné con la historia leyendo “Mampato”, por ejemplo, y eso fue lo que me atrajo. La historia o la historiografía si nos ponemos más disciplinares, es también un relato, entonces yo creo que una manera de lograr eso es hacer un buen relato.
-¿Cómo logramos que las personas entiendan que mirando nuestro pasado también miraremos a nuestro presente?
-Como una especie de espejo retrovisor, manejando y mirando para atrás para no chocar. Bueno, yo creo que haciendo esos vínculos que te mencionaba. Uno puede vincular el presente con hechos históricos viendo cómo nos resuenan, a un nivel más amplio o de mayor duración. Esto se le ocurrió a Fernand Braudel, que es un historiador francés. Actualmente en Chile no existe la esclavitud, pero sí lo que ha existido es una forma de organización de la sociedad a base del trabajo de algunos que sostienen a otros… y eso sí es muy actual. Entonces si ahora estamos hablando de reformas tributarias y de leyes sociales y laborales, podemos ir al pasado y examinar en la esclavitud cómo está el germen de eso. Yo creo que ese tipo de vínculos nos pueden servir para esa comprensión.
-En la Historia hay temas que se van repitiendo… ¿es porque la historia es cíclica?
-Bueno, cíclica, cíclica no. La historia es ponerle atención a la continuidad y al cambio. Y ocurren ambas cosas, hay cuestiones que se mantienen y otras que cambian. Si estamos viendo figuras como una historia cíclica yo diría que más que una historia que se repite, es una historia que avanza como si fuera una especie de espiral en que hay cambio pero con ciertas reiteraciones. Hay cambios importantes, pero hay cuestiones más profundas que se sostienen… por ejemplo, lo que tú estás diciendo sobre la esclavitud, que ya no existe pero sí existen formas de trabajo abusivo.
-¿Qué marca tendría la espiral identitaria de la historia de Chile?, ¿en qué nos hemos repetido una y otra vez?
-Ah, bueno, esa es la pregunta del millón. Chile fue durante mucho tiempo un país de guerra, fuimos una frontera militar con una sociedad que se construyó en el conflicto militar por siglos. Y esas son huellas profundas. En ese sentido, yo diría que aún persiste algo de eso, hay una especie de importancia de lo militar en Chile, una construcción de la identidad nacional a partir de nuestros triunfos o derrotas militares, sobre todo los triunfos que se supone que levantan eso. Por ejemplo, esta discusión que ha surgido de que se quiere volver a colocar la estatua del general Baquedano en la Plaza Italia yo creo que refleja un poco eso.
La catástrofe también es otra cuestión persistente, un país en permanente catástrofe como si se fuera un país que se está reconstruyendo constantemente y cómo las catástrofes nos marcan, no solo desde el punto de vista del dolor o la tragedia sino que también de la respuesta de la sociedad ante la catástrofe, de la revelación de nuestras precariedades y también de la posibilidad de llevar adelante ciertos cambios ciertas medidas necesarias para salir adelante de las catástrofes. Yo diría que eso es algo que también nos marca históricamente.
-¿Entonces Chile sería como un pueblo entre el Apocalipsis y El Purgatorio?
-Bueno hay una figura literaria que inventó Vicuña Mackenna, que era un historiador con gran imaginación y lo digo de la mejor manera posible, a mí me fascina leerlo, era una gran pluma. Catalina de los Ríos, como muchos personajes importantes de la Colonia creó lo que se llamaban una especie de devocionarios para los cuales ellos dejaban un dinero, una herencia a una orden religiosa para que rezaran por su alma inmortal por un buen número de tiempo. Bueno, Catalina hizo lo suyo, y resulta que esos dineros que debía pagarlos la iglesia católica -porque a ellos se les había encomendado y les habían pasado los recursos- después de la separación de la iglesia y el Estado en Chile por la Constitución de 1925 fue el Estado el que se hizo cargo de una serie de cuestiones y entre ellas del pago por el alma inmortal de Catalina de los Ríos. Entonces el Estado de Chile, el fisco, todos con nuestros impuestos seguimos salvándole el alma a Catalina, y según Vicuña Mackenna “Catalina de los Ríos pende en las puertas del Infierno de uno de sus cabellos” y que es sostenido gracias a los dineros que dejó y a los rezos que se sostienen por esos recursos. Así que bueno, ahí tenemos nosotros un personaje que está entre el purgatorio y en este caso el infierno…
-Si usted fuera su propio profesor ¿Qué se diría a sí mismo como alumno: “Dedícate más al ensayo o al pensamiento crítico o a la reflexión”?
-Jajaja, esto es una encerrona. A mí me gustaría leer más en el campo de la historiografía sobre elementos teóricos, teoría de la historia, que me parece muy fascinante. También hay textos teóricos de lo que es la escritura de la historia, no solo de la pluma sino que de distintos géneros historiográficos que también me parece super interesante. Y lo otro que es un desafío permanente es de estar actualizado, de ver las nuevas producciones, qué es lo que va saliendo.
-En su calidad de profesor ¿Cómo evalúa en estos años de pedagogía el desarrollo o deterioro del estudiantado chileno respecto del aprendizaje de la historia en particular?
– Hay una cosa interesante y es que se ha salido de una cierta enseñanza de la historia de Chile, que es la que yo padecí en mi etapa escolar, que era una especie de catecismo histórico en donde te mostraban a ciertos personajes y ciertos hechos como si fuera un devocionario y los personajes estaban arriba de altares en los cuales uno de cierto modo les rezaba.
-Como O’Higgins, Carrera…
-O Diego Portales o Balmaceda. Y yo creo que eso ya no es tan así, han surgido otros hechos y otros personajes y más que eso otros sujetos históricos de manera general que antes no estaban presentes, por ejemplo historias de la vida cotidiana, historias de mujeres, historias del bajo pueblo que antes no existían como tema de estudio. Y otra cuestión que también es interesante es la tensión que hay hacia la historia más reciente y lo que ahora está tan presente que son los 50 años del golpe de estado, que es algo que está ahí muy a la vista y que tiene mucha gente interesada. Y yo diría que sí que los estudiantes ahora están mucho más enterados de muchas cosas que nosotros ignorábamos totalmente.
-Qué cambiaría de la historia de Chile si pudiera viajar en el tiempo…
-Es una pregunta medio “Mampatina”… claro si tuviera mi cinto espacio-temporal yo creo que podría ir hasta agosto de 1973 e impedir que el general jefe de la guarnición militar de Santiago, señor Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, asumiera la comandancia en jefe del Ejército. Creo que sería una medida interesante.
-¿Y cómo se podría hacer… diciéndole que tiene que viajar a Francia porque unos parientes millonarios le dejaron una herencia?
-Jajajaja. Que reapareció su novia ecuatoriana… agregado militar en Beijing… un generoso nombramiento militar, además que los agregados militares además son espías así que por ahí puede desahogar su pulsión conspirativa.
-Finalmente ¿Qué libro de historia recomienda? Yo recomiendo la novela gráfica “Los fantasmas de Pinochet” de Félix Vega y Francisco Ortega.
-Un libro que yo recomendaría fervorosamente es ”Tejidos Blandos”, de la historiadora y además diseñadora de vestuario Pía Montalva en el que se examina la represión política ejercida por la dictadura pero desde el vestuario, de la indumentaria.. qué ropa utilizaban las víctimas, pero también qué ropa usaban los victimarios. Entonces ella se mete en ese tema y en esa etapa tan dura desde la ropa y es un libro estremecedor, super bueno, muy entretenido y muy esclarecedor.
Te recomendamos una de las columnas del profesor Gonzalo Peralta sobre los 200 años del fin de la esclavitud en Chile, en Stock Disponible.